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Ambientalistas de barriga llenaPor
Diego Fernando Gómez Sánchez
En un artículo había señalado que la humanidad es una especie de "cáncer" que está amenazando la sostenibilidad de la vida en el planeta, sobre todo porque se cree no sólo enviada de Dios sino además con la garantía de la vida eterna. De semejante grupo de enajenados cualquier cosa puede esperarse en su relación con "la madre tierra". Cada día me convenzo más de esto en razón de los trabajos de investigación en equilibrio y sostenibilidad socioambiental en que me ocupo.
Uno de éstos es el estudio de la transformación social y ambiental que tendrá que construir América Latina para superar la pobreza y la exclusión social. Para lograrlo debemos más que triplicar nuestro nivel actual de actividad económica y hacerlo integrando la generación de bienestar a la mitad de la población que actualmente se encuentra excluida. Necesariamente esta expansión tendrá un impacto ambiental que deberá ser mitigado en lo posible y compensado en lo necesario. Pero debemos construir ese estado de ecología social que hoy no tenemos. En el proyecto están participando organizaciones norteamericanas y europeas que apoyan un grupo de ecologistas, economistas e investigadores sociales.
Ese asunto, que está en proceso de estudio para Latinoamérica, ya se analizó en detalle para Medellín. Se hicieron para el efecto las simulaciones de la transformación social y económica que deberá tener la ciudad para la década de los años 20 y se evaluaron los impactos ambientales, urbanos y de movilidad. Una de las conclusiones de este trabajo es que el Área Metropolitana requiere de una vía de cruce del valle de sur a norte con altas especificaciones de movilidad. No sólo se requiere terminar la actual Vía Regional entre Sabaneta y Copacabana con tres carriles de tráfico rápido, tres de distribución y dos de servicio, tal como está actualmente entre San Juan y la 33, sino que además en un futuro éste deberá ser un viaducto de altas especificaciones en sus carriles de circulación rápida.
Éste es un requisito de movilidad que la ciudad metropolitana necesita resolver si quiere triplicar el tamaño de la economía, lo que a su vez es un requisito si queremos que la ciudad supere la inequidad y logre que el millón trescientos mil personas pobres que habitan el Valle de Aburrá superen esta situación. Para ser más específico, la Avenida Regional es absolutamente clave para soportar el tráfico de carga y la movilidad de pasajeros que necesita la ciudad para su transformación social y económica. Necesariamente esto tendrá que estar acompañado de la expansión del Metro y la consolidación de un Sistema Integrado de Transporte.
En otras palabras, lo que quieren unos cuantos cientos de vecinos de la Avenida Regional, en el único segmento de "estrato seis" que ésta bordea, es hacer primar el uso de unos jardines en áreas de uso público definidos hace casi cien años para otros fines* y que así estaban especificados desde antes de que construyeran sus casas y apartamentos, y no el bienestar general de toda una ciudad metropolitana que tiene esa vía como eje central de movilidad.
Ser ambientalista de barriga llena es muy sencillo, pero también terriblemente injusto. La ecología, en su más estricto y ético sentido, parte de que se construya ecología social, es decir, comunidades sostenibles que hayan superado la pobreza. ¿Cómo pretenden los vecinos acomodados de la Regional apropiarse de un bien público para su disfrute con la excusa de un supuesto daño ambiental?
El gran problema ecológico es el que se busca resolver generando una vía necesaria para la expansión armónica de la ciudad metropolitana, para la reducción de los tiempos de movilidad y por consiguiente de la polución.
*Plano aprobado por el Concejo de la ciudad y elaborado por la Sociedad de Mejoras Públicas en 1913, en el que se define la canalización del río Medellín y las áreas de movilidad futura.