- Su asesinato fue resultado de su interés por
someterse a justicia de E.U. y también de sus excesos y palabrerías contra jefes paras. - El jefe paramilitar tuvo a la mano un sitio de Internet
en el cual la DEA le precisaba las condiciones de su entrega. - El portador del mensaje fue su ex aliado Rodrigo
Doblecero, quien no logró un arreglo con el gobierno de E.U., en Panamá.
Por
Carlos Alberto Giraldo M. Medellín
A Carlos Castaño se le cerraron todas las puertas y el único paso que quedó abierto fue el del plan que consumó su asesinato, tramado por los aliados que tuvo a lo largo de su historia como jefe paramilitar. La última alternativa era huir a Estados Unidos con su esposa Kenia y su hija Rosita, pero el tiempo no le alcanzó. Se le adelantaron.
Además de los choques con casi todos los jefes de la cúpula paramilitar que le había traído su personalidad autoritaria y ególatra, Castaño sabía desde un par de meses antes de su muerte, el 16 de abril de 2004, que el gobierno de Estados Unidos lo quería fuera de la escena del conflicto armado colombiano.
El mensaje le había llegado a través de un viejo aliado del que se había distanciado por las disputas internas de poder en las Auc: Carlos Mauricio García Fernández, alias Rodrigo o Doblecero.
Derrotado en el nordeste antioqueño por los hombres de Vicente Castaño (El Profe), Diego Fernando Murillo (Don Berna) y de Carlos Mario Jiménez (Macaco), además de una ofensiva del ejército oficial, Doblecero consideró la posibilidad de recibir protección del gobierno de los Estados Unidos.
En una primera reunión sostenida con funcionarios de la Subdirección de la CIA en un hotel contiguo al Aeropuerto de Rionegro, además de analizarse su situación, Doblecero recibió un mensaje que debía comunicar a Carlos Castaño:
El gobierno de los Estados Unidos pretendía que los hermanos Castaño salieran de la escena del conflicto armado colombiano. Para ello había tres vías: desaparecer bajo protección de sus agencias, ser extraditados o morir en medio de los vaivenes y las marañas de la confrontación.
Más tarde, en Santafe de Ralito, donde las Auc negociaban con el gobierno de Álvaro Uribe, Castaño recibió otro mensaje en el cual la DEA le precisaba una dirección electrónica en el portal de Hotmail, en la que estaban las instrucciones y las condiciones para su sometimiento.
En diálogo con este diario, uno de los hombres más cercanos a Castaño recordó que él mismo le dijo que los norteamericanos le ofrecían ayuda a él y a su familia y "que los recogerían donde lo dispusiera".
Sin embargo, otra persona cercana a Castaño aseguró que él no alcanzó a tener comunicación directa con la DEA y que lo hizo solo mediante un abogado cubano-americano, radicado en Miami y experto en casos de sometimiento a la justicia de E.U.
Un consejero directo de Castaño dijo a este diario que fue la misma DEA la que lo puso al tanto del plan que había en el interior de las Auc para asesinarlo.
Después de viajar a Brasil y luego a Panamá, donde se reunió diez días con funcionarios de la DEA, la CIA y los departamentos de Estado y Justicia de Estados Unidos, García Fernández, Doblecero, desistió de un acuerdo porque debía convertirse en "testigo estrella" contra jefes paramilitares involucrados en negocios de narcotráfico. Volvió al país con su mensaje para Castaño.
Desestimó las alertas Una de las primeras personas que sospechó el ataque que se preparaba en Ralito contra Castaño fue un catedrático argentino, profesor de la escuela de altos estudios de una universidad de París, que visitó la zona de ubicación semanas antes del asesinato del jefe paramilitar.
"Hay movimientos militares. Tengo la sensación de que, como están las cosas, le van a hacer algo", les dijo el académico a personas del círculo más próximo a Castaño.
Entre tanto, sus consejeros en todos los estamentos le advertían: "Carlos, quédese quieto, en silencio, no provoque más".
Pero aunque en la mesa de negociación no había desafueros ni enfrentamientos verbales entre Castaño y la cúpula de las Auc, en conversaciones aisladas él daba pasos para que los demás jefes paras lo consideraran un enemigo:
Su última y definitiva renuncia al Estado Mayor Negociador de las Auc la envió mediante el obispo de Montería, Julio César Vidal, y el alto comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo.
Nadie en las Auc vio bien que el retiro de Castaño llegara a través de terceros y menos del comisionado, su contraparte en la mesa.
Tampoco le perdonaban a Castaño que siguiera lanzando epítetos y señalamientos de narcotraficantes a los demás jefes paramilitares. "Hubo un episodio muy tenso. Cuando se enteró de que Los Mellizos Mejía Múnera se encontraban en los alrededores de San Pedro de Urabá no dudo en decir: 'o se van de aquí o los saco'".
En marzo de 2004, un mes antes de su muerte, Castaño escribió a este diario para saber quién había dado unas declaraciones en las que se aseguraba que en la mesa de negociación estaban sentadas "personas que no eran las deseables".
Su preocupación no se debía a la fidelidad de la fuente, se debía a que los demás jefes paramilitares le atribuyeron a él ese testimonio en un momento en que los ánimos estaban caldeados y la tolerancia era cero.
Por esos días, en un tono algo apocalíptico, uno de los asesores de las Auc apuntaba: "la persona que dijo eso (se pensaba que era Castaño) cree tener mucho poder, pero está equivocada". La decisión inmediata fue prohibirle a Castaño dar entrevistas a nombre de las Auc y esperar autorización del Estado Mayor para publicar sus opiniones en la página de Internet Colombialibre.org.
Castaño se fiaba de que su condición de líder emblemático de las Auc, por años, lo blindaba de un ataque. Pero sobre todo, estaba convencido de que ser hermano de Vicente, quien en ese momento ya estaba convertido en "el hombre duro" de las Auc, lo ponía a salvo.
Aunque la relación entre ambos siempre fue contradictoria, durante las negociaciones en Ralito Carlos decía haberse encontrado finalmente con su hermano.
"Uno era garantía para el otro. Estaban en un buen momento", recuerda un consejero. Y otra persona que lo oyó decirlo observa que Castaño repetía, como un pensamiento compartido por los dos: "uno puede renunciar a cualquier cosa, menos a un hermano".
La hora final Los hechos eran elocuentes, nadie tomaba en serio, nadie escuchaba los puntos de vista de Carlos Castaño y él decidió marginarse definitivamente del proceso. Su idea era dejar las Auc y dedicarse a su esposa Kenia y a su hija, afectada por el síndrome del maullido del gato, enfermedad incurable que tenía como secuela un retraso mental severo.
Aunque decía que a La Ciudad o La 28, como era conocida su finca en San Pedro de Urabá, no llegarían sus enemigos, un conocido le dijo: "pero sí tus amigos"... Castaño había renunciado tantas veces al Estado Mayor de las Auc y estaba tan desacreditado que un ex militar cercano le advirtió en broma, y en serio: "Carlos, con esa renunciadera, te van a embolatar la jubilación. Y así fue".
Días antes del ataque en Rancho al Hombro, Castaño, que ya no tenía recursos para financiar un grupo grande de hombres, le pidió ayuda a alguien en quien confiaba: el comandante Alemán.
Consiguió 20 hombres que lo apoyarían en caso de un ataque, pero Giovani, el jefe de esa escuadra, fue capturado mediante una treta en San Pedro de Urabá y llevado a Ralito.
Allí los demás jefes paramilitares le expusieron a Vicente Castaño que su hermano estaba loco y que con esos hombres lo que preparaba era un ataque contra ellos.
"Vicente se quedó sin argumentos para impedir el ataque contra Carlos. Si no se decidía daba la señal de que se enfrentaba al resto y que, por supuesto, los muertos iban a ser los dos. Se hizo a un lado y dejó que Monoleche o 18, su lugarteniente, cumpliera con la operación".
Además de estar casi solo, Castaño tuvo poco que hacer para defenderse: su mano derecha estaba inmovilizada con una férula. Dos semanas antes del ataque, descendiendo de una lancha, la hélice del motor le cortó el tendón extensor de su dedo anular derecho.
Castaño, además, estaba neutralizado e infiltrado por todos los frentes: su jefe de escoltas, apodado Cariaca, a quien había formado desde pequeño, lo había traicionado.
Después de que un jefe paramilitar conquistara a su hermana y le ofreciera dinero, el 16 de abril de 2004 Cariaca dijo estar enfermo y se ausentó, al tiempo que reveló el itinerario del que se convirtió en el día final de Carlos Castaño.
El resto es la historia que el país ha ido conociendo las dos últimas semanas tras ser reveladas las investigaciones de la Fiscalía, que ató cabos con las declaraciones de dos escoltas sobrevivientes al ataque.
"Se hubiese consumado el crimen perfecto -dice un pariente-. Pero la hija de Castaño, su luz, se enfermó y por eso Kenia su esposa se la llevó a Montería. No llegó a Rancho al Hombro, donde su esposo, con quien la iban a asesinar, y terminó refugiada en Estados Unidos, adonde Carlos quería irse a vivir cuando ya se vio muerto".
Ágredo, sobreviviente e informante Carlos Castaño terminó sitiado por sus enemigos desde todos los flancos: se ocuparon incluso de eliminar a las personas que le prestaban asesoría jurídica y ayuda en sus gestiones personales.
El 27 de febrero de 2004 cayó asesinado su primo Luis Angel Zapata, conocido como Panina, propietario de una carnicería en el populoso sector de Moravia, en el norte de Medellín, quien poseía una finca ganadera en Necoclí, norte de Urabá. También fue asesinado el 4 de marzo de ese año Carlos Humberto Valencia Guisao, conocido como Andrés o Lucho, secuestrado en la Plaza Mayorista de Medellín, quien manejaba los asuntos personales de Castaño desde comienzos de los años noventa, cuando se crearon Los Pepes. Así mismo, Húber Duque, su asesor jurídico había caído a manos de pistoleros dos días antes.
Él único sobreviviente a esa racha de atentados fue el abogado Humberto Ágredo, quien decía haber llegado de Hungría y que consiguió una importación de 10.000 fusiles AK 47, desde Bulgaria. ?Ese señor prácticamente les regaló esos fusiles a las autodefensas. Solo se le pagó la tercera parte. Pero había desconfianza porque se creía que era un topo de las Farc?, dijo a este diario alguien que lo conoció. Sin embargo, tras los atentados, Ágredo se convirtió en informante bajo protección del gobierno de los Estados Unidos.
Carta dental, paso inicial en identificación Entre una y dos semanas se dará la identificación plena de la osamenta exhumada en la finca Las Tangas, de la vereda Guasimal, en Valencia (Córdoba) y que según José Ignacio Roldán (a. Monoleche) corresponde al cadáver de Carlos Castaño.
El anuncio lo hizo el director de la Dijín, general Óscar Naranjo, quien explicó que la fosa en la que se encontró el cuerpo tenía una profundidad de 1.20 metros. En ella se encontraron un bluyín y una camiseta blanca, que coinciden con lo que algunos testigos señalaron era la ropa que usaba Castaño el día que fue atacado. También indicó que, según lo expresado por los expertos forenses, la morfología del cadáver coincide con la del ex jefe de las Auc.
Desde ayer, los que serían los restos de Castaño Gil son estudiados en los laboratorios de la Fiscalía, en Bogotá. Se analizan las cartas dentales para verificar la coincidencia y se determinó que el cuerpo sepultado en Guasimal tenía todos sus dientes. Castaño habría sido llevado allí, muerto, en un helicóptero de las Auc.