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Tomás CarrasquillaPor
María Clara Ospina Hernández
En mi reciente estadía en Medellín asistí a una de las muchas tertulias que por estos días se llevan a cabo con motivo de la conmemoración de los 150 años del nacimiento de Tomás Carrasquilla. Confieso que desde mi niñez no leía a Carrasquilla y que en esa época lo encontré difícil. No es Carrasquilla un escritor fácil, creo que nunca pretendió serlo. Hoy, al revisitar su rica prosa, estando en su amada tierra antioqueña, la encontré fascinante.
Tomas Carrasquilla nació en 1858 en el municipio de Santo Domingo de Guzmán, enclavado en las montañas de la Cordillera Occidental y vecino de los ríos Nare y Nus. El pueblo fue descrito por él como el pueblo de las tres "Efes", frío, feo y faldudo. Allí pasó su niñez y gran parte de su vida. Y es allí donde hoy se encuentra su biblioteca, más de 1.000 tomos, casi todos leídos por él. Carrasquilla, quien en su corta autobiografía confesó haber sido un pésimo y perezoso estudiante fue, sin embargo, un ávido lector quien aseguró; "vivo para leer y leo para vivir".
No es Carrasquilla el raso escritor costumbrista que algunos han pretendido. Sus cuentos y novelas tienen una exquisita y sofisticada sintaxis. Su obra nos sorprende y muchas veces nos desconcierta. Algunas veces tiene un estilo cercano al de Juan Rulfo y otras semejante al realismo mágico de García Márquez. No es raro tener que leer algunos de sus pasajes repetidamente para entenderlo, como me sucedió en Salve Regina, considerado por él como su mejor cuento. No hay nada sencillo en Carrasquilla aunque sus personajes preferidos son niños o gentes del campo.
Lo bello de su obra está en el lenguaje que utiliza. En una sola página de uno de sus cuentos, A la Diestra de Dios Padre, nos encontramos con voces como pulcetilla, yesquero, bombina, cantió, napangas, liendras, jullerias, es por eso que para leerlo se hace indispensable tener uno o varios diccionarios a mano para encontrar y disfrutar plenamente del significado de las palabras, modismos y giros con que salpica su escritura, búsqueda infructuosa en muchos casos. La utilización de las voces de la época, e inclusive de palabras del español antiguo, o vocablo de la raza negra, o de los campesinos y mineros lugareños, hace que su obra sea en extremo colorida. Carrasquilla fue más allá del costumbrismo. Describe no sólo las costumbres sino también el alma de su pueblo, sus amores y sus miedos, sus envidias y sus bondades, el poder de sus creencias, a veces arcaicas y llenas de prejuicios. Al leerlo se forma parte de su mundo.
El mejor homenaje que podemos hacer a este gran escritor colombiano es redescubrir y promover su obra.