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HISTÓRICO
Uribe, guerrilla y paras
  • Uribe, guerrilla y paras

Uribe, guerrilla y parasPor
Gustavo de Roux Guerrero

Ser flexible, generoso, tolerante, magnánimo, no asumir una actitud cerrada y prepotente, abrir las puertas al diálogo, querer la paz, buscar la paz, son algunos consejos que espíritus de buena voluntad le dan al señor Presidente. Sin duda buenos consejos, pero una cosa es verlo de la barrera, y otra capotear al toro. Lo injusto es sugerir, abierta o veladamente, que si no hay diálogo, ni acuerdo humanitario, la culpa es del gobierno. Peor aún, en un reportaje aparecido en Semana sostenía el entrevistado que Uribe debió iniciar las conversaciones de paz con la guerrilla, y si prefirió a los paras fue por una afinidad personal.

Uno se pregunta si las Farc están dispuestas a dialogar seriamente, pues hasta ahora constatamos lo contrario. En ningún negocio se puede adelantar un diálogo constructivo si las partes no manifiestan claramente sus intenciones, y hasta la fecha, después de decenas de reuniones, aún no sabemos qué pretenden estos señores; lo cual demuestra que la paz no les interesa. Por eso todos los intentos de gobiernos anteriores resultaron fallidos. Andrés Pastrana se avino a complacerlos en todas sus exigencias. Les despejó una vasta zona del país, les dio protagonismo permitiendo televisar los diálogos del Caguán, y estas concesiones, que muchos criticaron con razón, no sirvieron para nada.

Las Farc comenzaron como un pequeño grupo de rebeldes capitaneados por Manuel Marulanda (Tirofijo). Buscaban venganza por los atropellos sufridos en tiempos de la violencia. Pero cuando Jocobo Arenas ingresó al grupo como ideólogo, lo convirtió en un movimiento político con una ideología marxista-estalinista bien definida, y desarrolló una estrategia para apoderarse del gobierno. Un acuerdo para poner fin a las hostilidades sería para ellos un retroceso, pues su meta es conquistar el poder, acabar con el Estado, y sustituirlo por uno propio, y esto no se negocia. Esta posición explica muchos de sus comportamientos. Cuando buenamente han accedido a dialogar, una vez iniciadas las conversaciones gastan el tiempo discutiendo de minucias y de cuestiones sin importancia, pero el tema de fondo nunca lo tocan. Cuando finalmente las conversaciones fracasan por culpa de ellos mismos, se presentan ante la opinión pública como amantes de la paz, y le achacan al gobierno la responsabilidad del fracaso. También explica el que puedan mostrarse tan despiadados con la población civil, colocando minas quiebrapatas, destruyendo pueblos, asesinando campesinos, secuestrando gente, volando puentes, torres de energía e incendiando oleoductos. Ellos se consideran en guerra con el Estado colombiano y que en la guerra todo está permitido, pues lo importante es ganarla.

Un acuerdo de paz con las Farc podría firmarse mañana si el Presidente estuviera dispuesto a llamar a Manuel Marulanda y cederle el sillón presidencial; pero por el camino del diálogo tomará años, si es que llega. Podría darse, sin embargo, lo inesperado: que después de 40 años de lucha estéril, y de hacer toda clase de daños, comprendieran finalmente que por ese camino nada van a conseguir, y cambiaran de postura. Mas por ahora resulta imposible dialogar con quienes no quieren. Los paras, en cambio, han manifestado su intención de abandonar las armas e integrarse a la vida civil. ¿Qué de extraño tiene, entonces, que el gobierno dialogue con ellos?

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